miércoles, 20 de febrero de 2013

Largo y doloroso epitafio para un jacarandá asesinado









Estuvo en esa esquina desde siempre;

sin pedirnos nada a cambio

regalaba belleza azulada en primavera

y donaba su sombra en el verano

pero los ramplones se quejaban

de sus toscas raíces

que arruinaban la vereda

y alteraban el paso de peatones.

Aquella mañana

cuando llegué a la parada

lo encontré mutilado

por los hombres;

sus brazos, que proveían frescura

cuando el sol del estío era una brasa,

todavía latían en la calle

y unos obreros con ropa de fajina

hundían sin piedad picos y palas

con tenaz dedicación

para terminar con su injusto asesinato.

Al regresar a casa, después de la jornada,

él, que fuera un árbol portentoso,

yacía sobre el pavimento.

Me acerqué, acaricié su tronco

ante la mirada burlona de obreros y transeúntes

y sentí que estaba dando

el último adiós a un gran amigo.

Nosotros, los hombres todos,

habíamos abatido

su grandeza humilde

sin motivos.

Yo ni siquiera pude velar

sus ramas y sus nidos.

Hoy, después de muchos meses,

he comprobado

que las veredas siguen como siempre

pero he visto que la gente

que espera que llegue el colectivo

no puede protegerse del sol

ni del verano

porque ya no está allí quien nos cuidaba

y he sentido que, en ese exacto lugar

de nuestros días,

para algunos de nosotros

ha ocurrido una tragedia

pero para muchos otros, por desgracia,

en esa esquina no ha pasado nada.

 

(Inédito)

La fotografía que ilustra esta entrada fue recuperada de Internet desde ek siguiente sitio:

http://www.panoramio.com/user/2939521/tags/Buenos%20Aires?photo_page=5

 

3 comentarios:

  1. Bravo poeta! Bravo por tejer imagenes emotivas en el alma del lector!!! Muy buen poema!!!!

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  2. Antonio:
    La palabra jacarandá trae a mi memoria a la calle Camarones, en la cuidad de Buenos Aires, durante mis años de niñez y adolescencia.
    Veo aun sus flores celestes, sus vainas -que llamábamos castañuelas- y alguna rama que nos regalaba, para que pelemos sus hojas compuestas y cacemos mariposas en el verano.
    Y rememoro lo más bello: trepar a él, para observar el mundo desde lo alto y a través de su follaje.
    Ya más grande, confundí un pacará con él, pero eso es otra historia.
    Un gran abrazo.

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  3. espectacular doc! la verdad refleja lo que le paso al árbol del frente de mi casa, una lastima! y muchas gracias por su preocupación

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