Madre,
no escribo poemas
por encargo,
te dije.
Ahora,
que ha llegado el instante
de cantarle al paisaje
que abandoné en mi travesía
por la vida,
debo decirte que añoro
todas aquellas cosas
tuyas.
Tus clases en la escuela
de La Esquina,
aquella que tan solo
era un rancho de barro.
El guardapolvo blanco
siempre bien planchado,
el olor del pan de los domingos,
las monedas,
clandestino tesoro quitado
a la pobreza,
o tus manos amorosas
arropando mis inviernos
Ahora, tan solo ahora,
me doy cuenta
que las madres hacen todo
con el alma en la mano
y el corazón erguido
y nada de ello lo hacen
por encargo.
No he podido evitar llorar con este maravilloso poema, Toño. Gracias. Un abrazo.
ResponderEliminarVerdaderamente "un poema". Por qué será que la nostalgia que acompaña nuestros años siempre nos traslada a esos lugares tan caros.¿Será porque a la muy ladina le gusta hacernos llorar?
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