IRUYA
Viajero,
si alguna vez visitas Salta,
descubrirás la eternidad en sus montañas.
Si bajas desde el Abra del Cóndor hasta Iruya
y cruzas las quebradas caprichosas
encontrarás al pueblo que cuelga en la montaña
donde estuvo desde siempre,
con sus tapias de adobe,
sus huertas, sus sembrados
y los rostros de arcilla de su gente.
En sus calles empedradas
te hechizarán los murmullos pueblerinos.
Un poco más allá, por Titiconte,
por donde Viracocha paseaba su grandeza,
podrás encontrar el testimonio
de aquellos tiempos libertarios
y poniendo un guijarro en la apacheta
habrás de santiguarte con descaro.
Es probable
que algunos erkes, quenas y samponias
lastimen al silencio
o quizás, solo quizás,
oigas el canto
de algún pastor de llamas y celajes.
Estoy seguro
que habrá de detener tu corazón por un instante
la belleza majestuosa del paisaje.
Del libro "Aires del Noroeste" (2005)
Imagen recuperada de Internet
Antonio, conocí Iruya hace dos semanas y me resultó ireal. No se puede describir lo que allí se siente. Hermoso tu escrito, que tan bien refleja todo. Un abrazo!!!!. Beatriz
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