VIA CRUCIS (Mc 15,16)
Después del Sanedrín
y de Pilatos
el pretorio...
No hay incienso…
Tan solo un olor que duele
hecho lágrima, sudor y sangre,
una capa bermeja,
sobre la piel halagada por el látigo
y espinas espantosas por corona
Los soldados lo arrastran
y cuando sale, cae
pero enseguida se levanta;
con sus manos callosas y sangrantes
anhela tomarse del madero
más no puede.
Simón de Cirene,
con enojo,
arrebata la cruz
y Él no hace otra cosa
que seguirlo.
Cuando llegan,
en el Gólgota esperan
la mirra que agriará su vino
y algunos hombres
que apuestan por sus ropas.
Con la vida
visitando su última frontera,
siente una quietud tan honda
como la hondura propia de su pena.
Él sabe que la muerte
no está sólo en las manos sarmentosas
ni en los látigos que sin piedad laceran;
no está en los gritos
de la multitud enardecida
ni en los escupitajos
hacia el Rey de los Judíos.
La muerte,
la verdadera muerte,
está en el odio
que habita desde siempre
entre los hombres
y que habrá de perpetuarse
mientras la humanidad exista.
De "escritos diminutos" (2008)
Brillante Antonio. "...La verdadera muerte está en el odio(...) que habrá de perpetuarse mientras la humanidad exista". Aunque ese no es el proyecto de Dios, los hombres en su afan de ser dioses han inventado su propio culto. Al ego, señor de todos los odios.
ResponderEliminarUn abrazo pascual