Era tarde cuando encontré a Leticia. Es una buena mujer pero no me simpatiza demasiado. Las personas que hablan de más me ponen de mal humor. Con infinita paciencia soporté durante un rato su interminable lista de desdichas. Me parecieron de lo más intrascendentes. Le pedí que se apurara pues temía llegar tarde a una reunión con mis colegas pero eso no le hizo mella. Siguió su perorata hasta que me sacó de las casillas con su afirmación de que las culpables de todos sus males son las brujas. "Seguramente alguien me hizo un trabajito" dijo convencida. "Voy a consultar con un parapsicólogo que me recomendaron" La miré de tal modo que ella se asustó. "¿No crees en las brujas?" Preguntó. No le respondí. Ella insistió de manera descarada. "¿Crees o no?" Me vi obligada a contestarle "Según la sabiduría popular, que las hay, las hay" Ella se puso a reír. Logré zafar y fui corriendo a mi casa, me cambié de vestido, busqué mi sombrero y me dirigí a la pieza trasera. Saqué mi escoba y fui a reunirme con mis colegas que charlaban animadamente en la copa de los álamos.
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