Quei quindici, questi sessantaquattro
A quindici anni, ascoltando la canzone
dei quattro di Liverpool,
neppure mi capitava di chiedermi che sarà di me
quando arriverò a sessantaquattro ed avrò perso i
capelli.
In quegli anni, in questa terra, non festeggiavamo
i “San Valentino” e,
per il compleanni
non ricevevamo biglietti né vini;
ci bastavano alcuni canapè, il cioccolato,
i biscotti (della scatola di latta, ovviamente)
e di certo
la semplice torta cotta nel forno dalla mamma.
Il resto era sogno.
Adesso, che posso voltare lo sguardo
a quel tempo lontano ed ancora riesco
a sentire nostalgia, penso che non avrei mai immaginato
tanti cambiamenti.
Ho realizzato molti desideri:
non ho mai cambiato un faretto, né riparato un fusibile
e non ho mai usato una pinza o una chiave
(neanche un cacciavite).
Posso anche dire che ora so
come convivere con l’insonnia e
scoprire
nelle viscere della notte
la
parola, scrivere poemi
che
spero spaventino i miei fantasmi
e
che probabilmente nessuno leggerà
però
che mi illudano
e
sapere che, malgrado tante
insonnie
navigate, godo ogni regalo che
la
vita mi ha donato.
E’
giunta l’ora, ormai sono sessantaquattro
ed
al caldo della notte
(difficile
da giustificare in questo autunno),
mi
dispongo ad degustare
quei
sapori trascendenti
che
sono rimasti ricamati nell'anima
e
che giustificano questi sessantaquattro anni.
di Antonio Jesús
Cruz - Traduzione di Pietro Adorni, 22
Aprile 2015
A los quince, escuchando la canción
de los cuatro de Liverpool,
ni se me ocurría preguntarme que sería de mí
cuando llegue a los sesenta y cuatro
y haya perdido el pelo.
Por aquellos años en esta tierra
no festejábamos “San Valentines”
y, para los cumpleaños,
no recibíamos tarjetas ni vinos;
nos bastaban algunos canapés, el chocolate,
las galletitas (de la lata, por supuesto)
y ciertamente
la sencilla torta horneada por la vieja.
Lo demás era sueño.
Ahora, que puedo volver la mirada
a ese lejano tiempo y todavía logro
sentir nostalgia, pienso que jamás imaginé
tantos avatares.
He cumplido muchos anhelos:
jamás cambié un foco ni reparé un fusible
y nunca usé una pinza o una llave
(ni siquiera un destornillador).
También puedo decir que ahora sé
que puedo convivir con el insomnio
y descubrir en la entraña de la noche
la palabra, escribir poemas
que espero espanten mis fantasmas
y que probablemente nadie lea
pero que me ilusionan
y saber que a pesar de tantos
insomnios navegados
disfruto de cada regalo que me
dio la vida.
de los cuatro de Liverpool,
ni se me ocurría preguntarme que sería de mí
cuando llegue a los sesenta y cuatro
y haya perdido el pelo.
Por aquellos años en esta tierra
no festejábamos “San Valentines”
y, para los cumpleaños,
no recibíamos tarjetas ni vinos;
nos bastaban algunos canapés, el chocolate,
las galletitas (de la lata, por supuesto)
y ciertamente
la sencilla torta horneada por la vieja.
Lo demás era sueño.
Ahora, que puedo volver la mirada
a ese lejano tiempo y todavía logro
sentir nostalgia, pienso que jamás imaginé
tantos avatares.
He cumplido muchos anhelos:
jamás cambié un foco ni reparé un fusible
y nunca usé una pinza o una llave
(ni siquiera un destornillador).
También puedo decir que ahora sé
que puedo convivir con el insomnio
y descubrir en la entraña de la noche
la palabra, escribir poemas
que espero espanten mis fantasmas
y que probablemente nadie lea
pero que me ilusionan
y saber que a pesar de tantos
insomnios navegados
disfruto de cada regalo que me
dio la vida.
Ha llegado la hora; ya
son sesenta y cuatro
y al calor de la noche
(difícil de justificar en este otoño),
me dispongo paladear
esos sabores trascendentes
que han quedado bordados en el alma
y que justifican estos sesenta y cuatro..
y al calor de la noche
(difícil de justificar en este otoño),
me dispongo paladear
esos sabores trascendentes
que han quedado bordados en el alma
y que justifican estos sesenta y cuatro..
Por
Antonio Jesús Cruz
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