I
Junto al
río marchito
que añora la complicidad
del agua,
crece mi pueblo.
Una estación apenas
con un andén angosto
y desolado, y en el linde
de sus calles de tierra
ese monte que crepita
su pobreza
sobre la tierra callosa
que ya no tiene sueños.
Algún arenal incandescente
seca sus agostos
bajo el influjo
del viento norte en perpetuo
movimiento
El rumor antiguo de los trenes
tapa en el verano
el lamento tenaz de los coyuyos.
Merced del Albigasta,
Villa Únzaga,
mi Frías,
hoy te canto desde mi exilio
itinerante
porque ningún agobio
matará la esperanza
de volver a tu entraña
cuando las horas de mi vida
se apaguen
y se haya terminado
mi destierro.
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