VII
“Con
sombra de hojas verdes
se
tatuaron tus muslos,
gorriones
asolados, las palabras
Leopoldo Marechal (Siesta)
Recuerdo
aquella tarde
tan
especial, tan nuestra,
llena
de magia y encanto
tan
trivial en la palabra.
El
sol se repetía, salvaje,
en el
brillo del agua
y las
imágenes fantásticas
herían
suavemente
tus
pupilas ansiosas de lágrimas.
Te
dije murmurando como el río,
lo
mejor de haber tocado fondo
es el
camino
que
va hacia arriba
cuando
los afluentes se agotan.
Y el
primer apólogo chino
se
hizo presente
corpóreo,
palpable
para
darme de su mano
el
mejor durazno de su planta
Hubo
un momento en que el fuego
pareció
beberse toda el agua;
estalló
el torbellino de los cuerpos
sellando
el pacto
de un
mañana mejor.
La
tarde se hizo delirio
de
amores y dolores.
Amenazante
el crepúsculo
de
oscurecer el río con el verde de las hojas
fuimos
esperanza en el espejo acuoso.
Entre
poesía ingenua y sabores necesitados
los
colores del espacio se descubrían
en la
simbiosis del amor
y dos
seres
crecían
para el nuevo milenio.