EL MOLESTO GRILLO Y LA CULPA QUE PUEDE ACARREAR SU MUERTE.
Los fines de semana cumplo con el rito de cebarle mate a mi esposa mientras ella hace “fiaca” en la cama. Hace un tiempo atrás, un viernes, ella se acostó temprano y yo me quedé escribiendo hasta tarde. Como en Santiago había una invasión de grillos me pasé mucho rato sacando grillos por la ventana. Como habían logrado fastidiarme con su cantinela decidí acostarme pero al hacerlo había uno de los mencionados bichitos que seguía con su concierto nocturno y me impedía conciliar el sueño. Lo busqué afanosamente y al encontrarlo no podía atraparlo porque saltaba de un lado a otro, hasta que en un acto de total irracionalidad, cuando lo tuve a tiro le pegué un pisotón y lo maté. Furioso conmigo mismo y con los grillos prendí la computadora y escribí el siguiente soneto.
EL GRILLO
(A la memoria de Conrado Nalé Roxlo)
Bicho molesto el tan mentado grillo;
no sé por qué demonios don Conrado
Nalé Roxlo y juglares destacados
le obsequiaron al infame animalillo
sus eglógicos versos. No es sencillo
explicar las razones de mi enfado
pero este insecto terco y obstinado
aumenta mi desvelo. Gusanillo
que con cric cric tedioso y monocorde
no te deja dormir; son sus acordes
angustia en el desvelo. Yo les digo
que, cuando el sueño tarda y hasta el borde
de la neurosis llego, lo maldigo.
Es mi enemigo el grillo mis amigos.
Me costó dormirme y el sábado, encontré una carta llegada de Chaco. Una carta de esas que cada vez se ven menos, una carta de puño y letra y traída, como era antes, por el Correo Argentino. Era una carta de Don Aledo Luis Meloni; mientras la abría desperté a mi esposa para leérsela mientras tomábamos unos mates. Después de algunas consideraciones acerca de mi libro de poesías “Tránsito (Desde la oscuridad hacia la luz)” me mandaba la última poesía que había escrito para que le dijera si me gustaba. Yo leía la carta con una sonrisa de triunfador hasta que llegué al poema. En ese momento, según mi esposa, mi rostro se transfiguró de tal manera que ella se asustó y me preguntó si pasaba algo malo. Sin decir una palabra, le conté lo que había pasado la noche anterior y encendí la máquina para leer mi soneto. Ella me dijo que no entendía nada. Me preguntaba una y otra vez que ocurría y cual era la relación entre la carta y el soneto que yo le había leído. A continuación le leí el poema de Meloni que ahora transcribo.
Culpa
Me persigue la culpa de haber matado un grillo
y de haber acallado una voz tan humilde y tan nuestra;
de haber asesinado el derecho a la vida,
de una vida, lo sé, más útil que la mía.
Esta muerte me duele por injusta y por vana;
por matar porque sí, porque era un simple grillo;
y seguirá doliéndome como un cilicio en carne viva
mientras no nos igualen mi ceniza y la suya
Recién entonces ella comprendió mi reacción. Quizás a otros pueda parecerles algo superficial esta anécdota pero a mí me hizo reflexionar bastante y me llama poderosamente la atención la concatenación de los acontecimientos. ¿Habrá sido casualidad? En realidad, a riesgo de parecer místico, diría que más que casualidad hubo alguna extraña y misteriosa causalidad. Por si las moscas, he vuelto a la vieja costumbre y ya no los mato. Cuando un grillo canta y no me deja dormir, lo busco hasta encontrarlo y lo saco por la ventana para que se vaya con su música a otra parte.