"El nombre de tu Patria viene de argentum,
¡Mira que al recibir un nombre se recibe un destino!
En su metal simbólico la plata
es el noble reflejo del oro principial.
Hazte de plata y espejea el oro
que se da en las alturas,
y verdaderamente serás un argentino.
Es un trabajo de
albañilería.
¿Viste los enterrados pilares de un cimiento?
Anónimos y oscuros en su profundidad,
¿no sostienen, empero,
toda la gracia de la arquitectura?
Hazte pilar, y sostendrás un día
la construcción aérea de la Patria.
Y es una vocación de
agricultura.
¿No viste la semilla en su carozo
y el carozo en su tierra
y esa tierra en su invierno?
Riñón de lo posible,
la semilla es el árbol no proferido aún
y ya entero en su número.
Hazte carozo de la Patria en ti mismo,
y otros verán arriba la manzana
que prometiste abajo.
Somos un pueblo de recién venidos.
y has de saber que un pueblo se realiza
tan sólo cuando traza la Cruz en su esfera durable.
La Cruz tiene dos líneas:
¿cómo las traza un pueblo?
Con la marcha fogosa de sus héroes abajo
(tal es la horizontal)
y la levitación de sus santos arriba
(tal es la vertical de una cruz bien lograda).
Si como pueblo no trazamos la Cruz,
porque la Patria es joven y su edad no madura,
la debemos trazar como individuos,
fieles a una celosa geometría.
¡La vertical del santo, la horizontal del héroe!
Te resulta dificil, ¿no es verdad?
Pero aquí no se trata de vestir armaduras llenas de pedrería
ni de abrirse las nalgas con lujosos rebenques.
Tu heroísmo ha de ser un caballo de granja,
tu santidad una violeta gris.
Otros recogerán, a su tiempo,
laureles y el brillo escandaloso de la notoriedad:
yo te di los oficios del pilar y el carozo,
fuertes y mudos en su anonimato.
Por la mañana, cuando te levantes,
piensa en ese nuevo día;
y no te olvides que al salir al sol
entrarás en un campo de batalla…
Ángeles y demonios pelean en los hombres:
el bien y el mal se cruzan invisibles aceros.
Y has de andar con el ojo del alma bien alerta,
si pretendes estar en el costado
limpio de la batalla.
Nada es trivial en esa guerra:
basta el peso ladrón de una bolsa de azúcar
para que llore un ángel y se ría un demonio.
No vaciles jamás en la defensa
o enunciación o elogio
de la Verdad, el Bien y la Hermosura.
Son tres nombres divinos que trascienden al mundo,
y es fácil deletrearlos en las cosas.
No los traiciones, aunque te flagelen:
yo sé bien que la triste Cobardía
suele atar a los hombres junto al Río moroso.
Vence a la Cobardía de los ojos oblicuos,
y la Patria futura dará el santo y el héroe
que han de trazar las líneas de la Cruz.
Liviano de equipaje y avizor en tu guerra,
te asaltarán, empero, no escasas tentaciones.
Has de vencerlas, o llorará la Patria todavía en pañales.
Si te ofrecen un cargo de visibilidad,
acéptalo en razón de tu mérito sólo
y en vista de los frutos que darás a tu pueblo.
Si eres olmo, no admitas la función del peral,
o has de ser un peral falsificado
y un olmo sinvergüenza.
Si acaso gobernaras a tu pueblo,
no has de olvidar que todo poder viene de Arriba,
y que lo ejerces por delegación,
como instrumento simple de la Bondad Primera.
El gobernante que lo ignora u olvida
se parece a un ladrón en sacrilegio
que se va con el oro de una iglesia.
Según la más antigua ley de la caridad,
el superior dirige al inferior.
Hasta los nueve coros angélicos reciben
y cumplen esta norma del gobierno amoroso;
y el ángel superior, al de abajo se inclina
para darle una luz que a su vez le fue dada.
Todo buen gobernante lo será
cuando a sus inferiores descienda por amor
y se haga un simulacro de aquel Padre Celeste
que a toda criatura da el sustento y la ley.
El gobernante que no asuma el gesto
de la paternidad
es ya un tirano de sus inferiores,
aunque regale sus fotografías
con muy dulces autógrafos.
Empero, no confundas esa paternidad
con un fácil reparto de juguetes.
Recordarás que tu Padre de arriba
gobierna con dos manos:
con la mano de hiel de su Rigor
y la mano de azúcar de su Misericordia.
Si asumes el poder, usa las dos,
ya la dura o la blanda, según tú inteligencia.
El que gobierna con una mano sola
tiene la imperfección de un padre manco.
Ni te muestres al pueblo demasiado
ni en el poder te agites como un hombre de circo.
Imita, si gobiernas, a ese Motor Primero
que hace girar al cosmos
y es invisible y a la vez inmóvil.
Preferiría yo, sin embargo, que tales pesos
no recayeran en tus hombros.
Es mejor construirse y apretarse uno mismo
(ya te hablé del pilar y la semilla),
y crecer por adentro lo que afuera se poda
y ganar por arriba lo que se pierde abajo.
Si así lo hicieras, crecerá la Patria
en cada una de tus disminuciones.
Y todo lo que pierdas lo ganará esa Novia
del Suceder, en su más claro día"